Casa  del Sacristán

 

 

 

 

Plaza de la Catedral, 4

ASTORGA

24700 León - Spain

Todo estaba ya de alguna forma en la China que maravilló a Marco Polo; todo hundía sus raíces en Grecia y el mundo clásico; todo viajó por el Mediterráneo a lomos del Islam; todo fue ensayado por Leonardo, por Durero.

Todo estaba allí desde mucho antes, pero fue en el periodo BARROCO cuando surgió la necesidad imperiosa de ponerlo todo en relación, enlazar todo lo habido y por haber sin desdeñar nada: asumir el pasado completo en una nueva cosmología en la que sin contradicción convivieran lo visible y lo invisible, lo vivido y lo soñado, lo humano y lo divino. Imposible hallar un equilibrio en tal desmesura: el barroco es trastorno, un vaivén, un tipo de locura.

Arte, magia, ciencia y alquimia intercambiaron métodos y argumentos para, en respuesta a la obra del Creador, no dejar nada al azar. Sin resquicios: ni un ápice de la realidad debería carecer de una intención manifiesta, su porqué, de su sitio en el mundo: "horror vacui", miedo al vacío, a la perdida de sentido, al olvido, a la nada.

En el Siglo de Oro español la alegoría y el símbolo adquirieron carta de nobleza, y aun de santidad en un imperio en el que el sol no se ponía tras haberse descubierto un 'nuevo mundo'. La emblemática abarcaba todo lo imaginable, lo erudito y lo milagroso. Sobre de otras ramas del saber, ASTRONOMÍA, GEOMETRÍA, FÍSICA y ÓPTICA experimentaron un auge inusitado: los avances científicos se ofrecían como divertimento en la corte y como trucos entre el vulgo (artilugios, ilusiones, fenómenos indescriptibles) El gran filósofo naturalista Baruch Spinoza trastocaba dogmas religiosos mientras pulía lentes y observaba el comportamiento de las arañas.

La luz era una esencia divina y su ausencia símbolo del mal; pero lo humanamente visible era una tan pequeña parte de todo lo existente que fácil era indujera a error y confusión. El dilema entre apariencia y realidad llevó no pocas veces al desengaño y una oscura melancolía anegaba los espíritus: "la vida es sueño, y los sueños sueños son". Desencanto, y ansiedad por topar al fin con la 'verdad verdadera' tras recorrer un cruel laberinto de espejismos. Afán de trascendencia que hacía mirar al cielo y despreciar lo terreno: mentes y almas en busca de la 'iluminación', aspirando a la luz eterna.

MAGIA CATRÓPTICA

De prodigiosa rerum exhibitione per specula

Ars Magna Lucis e Umbrae

En la cultura barroca hasta lo más nimio tenía fundamento, alguna intención, algún motivo o varios a la vez: algo que decir. Nada era lo que parecía a simple vista: todo era imagen, reflejo o eco de algo; toda representación debía interpretarse en este "Gran Teatro del Mundo", como lo calificó Calderón de la Barca. Etimológicamente, "teatro" es lugar para mirar y para ver, que es descubrir a la vez. Así ocurre en "Las hilanderas", el cuadro alegórico pintado por Velázquez: al fondo de una escena cotidiana se desarrolla el drama de Aracne, la tejedora convertida en araña tras desafiar a la diosa Atenea, narrado por Ovidio en las Metarmofosis.

La vida es breve, "y lo breve si bueno, dos veces bueno", sentenció Baltasar Gracián, maestro del aforismo: todo se comprimía para ganar espacio y, paradójicamente, poder añadir cuanto más mejor: capas y estratos de significado se superponían entre alusiones veladas, referencias cruzadas, metáforas sucesivas;... se acumulaban y atropellaban en un juego sin fin, un acertijo agotador. Todo era un 'guiño', el espejo de algo (como el rostro lo era del alma), hasta de lo invisible y lo inconcebible, y las imágenes y los reflejos se multiplicaron sin cesar y la realidad se perdió de vista.

 

2018